protagonizado por jorge motos
cast GONZALO SEIJAS y ana ponomarenko dirigido por miguel ángel olivares
un proyecto de NHOOD ESPAÑA
con la colaboración del institutO terapéutico de analisis de la conducta ítaco
producido por thewokis Y GADOL PRODUCCIONES

Quizás te parezca raro que el 13% de las personas sufran de ansiedad social, pero es porque es uno de los trastornos más invisibilizados dentro de la salud mental.

La ansiedad o fobia social es el trastorno de ansiedad más común y consiste en el temor persistente a ser humillado mientras se está expuesto a otras personas.

Con una detección e intervención temprana de este trastorno, se pueden minimizar sus efectos y evitar que se siga desarrollando en el futuro.

VER CORTO

La ansiedad social es una de las demandas más prevalentes en la actualidad y que más podemos encontrarnos en las consultas de psicología.
Antes de hablar de ansiedad social, de ese miedo o temor a situaciones sociales, vamos a explicar qué es la ansiedad, para así poder entender bien a que nos referimos cuando hablamos de ansiedad social.

En España, las problemáticas relacionadas con la ansiedad son de las más frecuentes entre la población, afectando aproximadamente entre un 6,7% y 10,4% de los/as españoles/as.

¿Pero de qué hablamos cuando hablamos de ansiedad?

La ansiedad se refiere a un conjunto de síntomas físicos de activación del organismo (sensaciones fisiológicas) que los individuos experimentamos. Pero estos síntomas y sensaciones no aparecen en el vacío, sino que tienen que ver con el contexto que nos rodea y tiene una clara función adaptativa, lo que hace que esta activación fisiológica se convierta en una de nuestras principales respuestas de supervivencia.

Entre las sensaciones más comunes se incluyen las “taquicardias” o sensación de dolor/opresión en el pecho, sensación de ahogo, mareos, tensión muscular o nudo en la garganta. Todos estos “síntomas” son manifestaciones automáticas de nuestro cuerpo en respuesta a situaciones de emergencia. Cuando nuestro organismo percibe una situación como peligrosa o de riesgo, se pone en marcha nuestro sistema nervioso autónomo, este es el encargado de controlar las acciones involuntarias de nuestro organismo (bombeo de sangre, respiración, aparato digestivo, etc.). Esto facilitaría que, por ejemplo, ante la situación de riesgo de que nos persiga un león, nuestro cuerpo se active de esta manera y podamos correr todo lo posible para ponernos a salvo. Es decir, que esta activación fisiológica es una respuesta muy útil de nuestro cuerpo que está diseñada para garantizar nuestra supervivencia.

¿Qué ocurre cuando sentimos ansiedad?

Aumenta la respiración y con ello aumentamos nuestros niveles de oxígeno, lo que favorece que aparezcan sensaciones como hiperventilación o sensación de falta de aire. Este oxígeno es transportado por el cuerpo para favorecer una respuesta de supervivencia. La forma de transportar este oxígeno se realiza mediante el torrente sanguíneo, para ello se necesita de una mayor actividad en cuanto al bombeo de sangre, por lo que aumenta el ritmo cardiaco, llegando a producir taquicardias como hemos comentado anteriormente. Conforme se va transportando el oxígeno a nuestro cuerpo, los músculos se oxigenan para prepararse ante esta situación, produciendo, por tanto, tensión muscular.

Ahora bien, ¿cuándo esta activación es problemática y por tanto hablamos de ansiedad como problema psicológico?
Hablamos de ansiedad como problema psicológico, cuando estas respuestas o señales de activación se desencadenan en situaciones en las que no hay un problema o peligro físico real (ej. león), si no que se trata de situaciones cotidianas o adecuadas para la vivencia humana; y/o cuando estas señales se mantienen con una alta intensidad durante periodos de tiempo largos. Es en estas situaciones en las que el individuo siente un gran malestar y sensación de “no tener
bajo control la situación”.
Volviendo al tema que nos ocupa y recogiendo lo anterior, la ansiedad social, por tanto, se refiere a esta manifestación de activación pero en contextos muy concretos que son percibidos como amenazantes por parte de la persona: las situaciones sociales.

¿Por qué se produce esta problemática?

Son múltiples las causas que pueden generar esta respuesta de emergencia ante, para poder conocer bien porque se está dando esta respuesta es necesario una evaluación individual en cada caso concreto.

Es necesario esta evaluación individual ya que teniendo en cuenta unos principios o leyes, el origen por el cual se fue produciendo dicho temor o ansiedad en estas situaciones puede ser diferente, al igual de por qué se está manteniendo esta problemática en la actualidad. Junto a estos principios encontramos una serie de variables tanto del individuo en concreto como de su contexto que también pueden tener un papel fundamental en dicha problemática.

No obstante, lo que sí es común a todos ellos es como una persona que presenta dicha problemática encuentra un temor o miedo a diferentes situaciones en las cuales haya algún contacto social. Es decir, su organismo ha asociado dichas situaciones a peligro y por tanto se desencadenan diferentes respuestas de emergencia ante dicha situación.

El “motivo” por el cual una persona con ansiedad social ha asociado este temor, miedo a estas situaciones puede deberse a múltiples variables, por ejemplo: experiencias desagradables en interacción con los contextos sociales presentes en su historia de aprendizaje, aprendizaje a partir de la observación de las situaciones vividas por otros in situ o incluso mediante el relato o experiencia diferida (por ejemplo, película, serie, etc.) (aprendizaje vicario), u otros aprendizajes relevantes en la vida de la persona.

Es decir, la causa o las causas pueden ser varias y una evaluación individualizada nos puede dar toda la información para conocer el porqué de dicha problemática, su curso actual, el alcance, las implicaciones que Dene para la persona, etc.

Sin embargo, otro aspecto fundamental que se comparte en esta problemática es el papel que desempeña el lenguaje. Las respuestas de emergencia mencionadas
anteriormente son innatas y compartidas por otros animales; sin embargo, en la ansiedad social (y en otras problemáticas psicológicas humanas), el lenguaje (nuestros pensamientos, cómo nos hablamos a nosotros/as mismos/as…) influye mucho en por qué se ha originado o se mantiene el problema.

¿Te has parado a analizar alguna vez el discurso interno y los pensamientos que tenemos en situaciones en las que nos sentimos con miedo o ansiedad? Lo que nos decimos en estas situaciones es fundamental para conocer como estas situaciones nos hacen sentir.

Muchas veces, las sensaciones de miedo y temor vienen de la mano de cómo interpretamos las situaciones que tenemos a nuestro alrededor. Pero estas situaciones no tienen por qué ser “objetivamente” temibles o ansiógenas, sino que son nuestros pensamientos las que las califican como tal, y por tanto, favorecen que tengamos miedo o ansiedad. Es decir, nuestros pensamientos también van creando y favoreciendo el temor y el malestar.

Probablemente no te hayas planteado esto debido a la automaticidad de estos pensamientos. Es decir, no es que sean innatos o incontrolables, si no que ocurren tan rápidamente que no nos damos cuenta de que ocurren.

Algunos de los pensamientos que se desencadenan en situaciones en las que una persona tiene ansiedad social son: “seguro que hago el ridículo”, “me van a juzgar”, “se van a reír de mí”, “no voy a decir nada interesante”… Estos pensamientos son automáticos y muy consistentes, por lo que tendemos a confundirlos con innatos o inmodificables.

En cuanto a este papel adaptativo y para la supervivencia, en estas situaciones no sólo el sistema fisiológico desarrolla una serie de respuestas como estrategia ante dicha situación temida, si no que también lo hace nuestro diálogo interno. Ya que lo que nos decimos antes, durante, después cumple la función de mantenernos “a salvo”, aunque muchas veces no haya un peligro real. Por ejemplo, cuando ante una situación nueva pienso “¿Y si me tratan mal? No debería ir. Seguro que se ríen de mí”. Nuestro pensamiento está tratando de “salvarnos” de una situación desagradable, pero muchas veces esta interpretación se aleja mucho de la realidad.

El problema es que estas estrategias son adaptativas a corto plazo, pero pueden estar perpetuando el problema a medio o largo plazo. Es decir, tal vez acabo evitando la situación social al pensar que esa situación en concreto pueda ser una amenaza (corto plazo), pero eso favorece que no quiera volver a situaciones sociales nuevas, aunque esas no sean una amenaza (medio y largo plazo).

Finalmente, a veces, esta problemática se mantiene porque nos faltan estrategias sociales para adaptarnos a cómo se desarrollan los grupos sociales. En un mundo donde cada vez se favorece más lo individual y las redes sociales tienen tanta importancia, no es difícil que a veces nos “cueste” relacionarnos directamente con un grupo de personas.

¿Cómo se si tengo ansiedad social?

Si te sientes reflejado/a con esto que acabamos de explicar, es decir, sientes este malestar en situaciones sociales concretas, identificas pensamientos negativos y/o te alejas o evitas estas situaciones en concreto; es posible que tengas asociadas las situaciones sociales con malestar y ansiedad y, por tanto, puede ser oportuno trabajar en esta área.

¿Qué hacer si tengo ansiedad social?

Es difícil dar una respuesta global frente a esta pregunta, pero lo primero: tranquilo/a. Estas problemáticas son muy habituales y, muchas veces, se trata de una continuación de una respuesta que fue muy adaptaDva en su momento. Ahora lo que necesitas es conocer por qué se está produciendo y, por tanto, dotarte de nuevas estrategias o herramientas.

Una de las cosas que queremos que identifiques es, como hemos visto arriba, “¿qué me estoy diciendo antes, durante y después de la situación ansiógena?” Con esto podrás identificar el discurso interno que estás teniendo y cómo éste influye en la situación. Probablemente esto sea lo primero que podamos trabajar en terapia (ya que no es nada fácil trabajar sobre nuestros pensamientos y la mayoría de las veces se requiere ayuda de un profesional), pero el primer punto es identificar este diálogo interno y ver la influencia que pueda estar teniendo.

Otro aspecto a preguntarme es “¿estoy evitando algunas situaciones? ¿estoy cambiando mi día a día por estas situaciones?” Como veíamos anteriormente, las
estrategias más evitativas también son muy frecuentes en estas problemáticas. Estas estrategias adaptativas a corto plazo puedan estar manteniendo esta ansiedad o temor a medio o largo plazo. De nuevo, la dificultad puede estar en ir exponiéndonos poco a poco a las situaciones sociales para incorporarlas de nuevo a nuestra rutina y, si es necesario, dotarnos de herramientas adecuadas para gestionar estas situaciones. Aquí lo que recomendamos es acudir a un profesional para construir las herramientas que individualmente más adecuadas resulten para ti.

Como estamos recogiendo de manera constante, aunque podamos entender la teoría, no es nada fácil llevarlo a la práctica. Es muy normal que no podamos afrontar esta problemática solos/as. La ansiedad social se trata de una problemática habitual y el objetivo en consulta es que juntos podamos evaluarlo individual y exhaustivamente, para, posteriormente, diseñar una intervención adecuada para conseguir que la ansiedad social vaya despareciendo.

¿Cómo saber si mi hijo/a padece de ansiedad social?

Conocer una problemática en otra persona a veces puede resultar muy difícil.

Observar e identificar alguna de las respuestas que hemos ido comentando sería el primer paso para conocer si esta problemática la está teniendo alguien de nuestro entorno. Por ejemplo, si se muestra apático o preocupado antes, durante o después de algún evento social o si rechaza o evita la propuesta de planes sociales. Estos suelen ser los identificativos más frecuentes que podemos observar.

Para conocer si mi hijo/a tiene esta dificultad lo mejor es tratar de que sea él o ella quien lo comparta con nosotros/as. Para ello, podemos favorecer en nuestro entorno familiar una adecuada comunicación, compartir el día a día con todos los miembros de la familia, hacerles paricipes de preocupaciones y dificultades… Compartir esto en un entorno seguro y comunicativo es muy adecuado para que nuestros/as hijos/as puedan compartir algunas preocupaciones o dificultades, incluyendo las referidas a su entorno social.

De manera paralela, lo que no favorece que se compartan estas preocupaciones sería justo lo contrario: presionar a nuestro/a hijo/a, ser demasiado directivos/as con ellos/as, no compartir preocupaciones, generar un ambiente hostil…

¿Qué hacer si alguien de mi entorno tiene ansiedad social?

Una preocupación frecuente que podemos sentir cuando estamos con personas que tienen esta problemática es cómo podemos adecuar nuestros comportamientos, qué
hacer o decir y qué no. Una comunicación asertiva -esta es la que respeta los propios derechos comunicativos y los defiende, pero también respetando los derechos de los demás- es importante en prácticamente cualquier interacción social, pero cuidar este tipo de comunicación respetuosa es fundamental en estas situaciones.

Para ello tenemos que cuidar el tono que utilizamos al hablar, cuidar el lenguaje y la formulación de, por ejemplo, peticiones o críticas. También es importante el lenguaje no verbal, una posición neutral, cálida, sin intimidación, etc. En definitiva, buscar una comunicación, tanto verbal como no verbal, respetuosa con el tono y las palabras.

Cómo hemos visto, en estos casos es frecuente un discurso (pensamientos) negativo e irracional (ej. “seguro que lo hago mal”, “seguro que le parezco un ridículo”…). Es difícil, a no ser que la otra persona nos lo comparta, conocer que temores específicos está habiendo y si somos participes de ello. No obstante, teniendo en cuenta esto podemos buscar con la experiencia (lo que conocemos desde la psicología como “pruebas de realidad”) una modificación de estos temores mediante una interacción respetuosa. Por ejemplo, si un temor frecuente es “hacer el ridículo” o “parecer un aburrido”, podemos cuidar mucho nuestra interacción en cuanto a conductas no verbales como reírnos, mantener la mirada, mostrarnos interesados/as, etc. A pesar de que no siempre va a depender de nosotros/as el cambio de esos temores, puede ayudar a ir cambiando la experiencia que la persona tiene con las interacciones sociales o al
menos no favorecer que se mantengan las experiencias negativas de miedo, temor y ansiedad.

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13% de la población española sufre ansiedad social

+52% de adolescentes han presentado síntomas de fobia social generalizada

La gran mayoría de los casos atribuyen haber desarrollado los primeros síntomas de ansiedad social a partir de los 4 años de edad

Se diferencia entre dos tipos: la fobia social específica (a una o dos situaciones sociales) y la fobia social generalizada (a tres o más situaciones sociales)

Alto nivel de prevalencia en estudiantes universitarios,en la mayoría de los casos, ya sea de forma leve o discreta

Es frecuente que les cueste trabajo decidir entrar a la universidad y si lo hacen la mayoría puede llegar a no completar sus estudios

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